Promover en nuestra sociedad valores éticos, morales y sociales puede llegar a considerarse una aventura. Todos los mediadores profesionales, y los que no lo son, entendemos las dificultades que eso entraña en una cultura en la que cada día es mayor el protagonismo del yoismo y en la que tristemente se ha relegado a un segundo plano el diálogo, el compañerismo y el acuerdo consensuado. Tanto es así, que hablar de mediación, de restablecer vínculos familiares o la comunicación, a veces suena a utopía.
Para enfrentarnos a esa realidad, paremos, y pensemos por un segundo. Así podemos comprobar que muchos problemas se focalizan desde tempranas edades. Cuestión de hábitos (malos), de educación recibida o de costumbres arraigadas, lo cierto es que si no planteamos y buscamos soluciones en los mas jóvenes, será mucho más complicado lograr el éxito de promover el cambio hacia la cultura del acuerdo a medio o largo plazo.
Para enfrentarnos a esa realidad, paremos, y pensemos por un segundo. Así podemos comprobar que muchos problemas se focalizan desde tempranas edades. Cuestión de hábitos (malos), de educación recibida o de costumbres arraigadas, lo cierto es que si no planteamos y buscamos soluciones en los mas jóvenes, será mucho más complicado lograr el éxito de promover el cambio hacia la cultura del acuerdo a medio o largo plazo.
Surge así la idea o concepto de
mediación escolar o educativa, con el objetivo de dar respuesta a esa necesidad
de cambio que suplica el vaivén de nuestra sociedad, considerando que una
reeducación o enseñanza a los niños en sus valores o la forma de actuar en su
entorno, es mucho más potenciable y efectiva que en un adulto, el cual ya tiene
regidas unas conductas o pautas de comportamiento viciadas y adheridas, difícilmente
modificables. En cierta manera, el niño es capaz de adaptarse mejor a cualquier
nuevo hábito, en relación con cualquier adulto.
Este año he tenido la suerte de
comprobarlo directamente, gracias a la colaboración en un proyecto educativo
llevado a cabo por la
Asociación de Mediación Familiar Andaluza (AMEFA) durante 2
meses en el Colegio Alemán de Sevilla, con niños de edades comprendidas entre
los 9 y los 16 años. Una experiencia muy gratificante, pero sobre todo,
sorprendente. Ha sido increíble ver la respuesta entusiasta de los niños, y por
encima de ello, como toda expectativa ha sido superada. Comprobar que su
capacidad de comprensión va mucho más allá de lo que podemos imaginar, que
tienen mucha más facilidad que un adulto para empaparse de nuevos conocimientos
y de aprender y, por ende, son menos reacios al cambio y a su adaptación. Por
eso no debemos menospreciar sus habilidades, y por eso también el sentido de
poder hablar de mediación educativa como algo certero, beneficioso y necesario.
De ese modo, concluiremos que
asentar las bases del cambio social en pos de resolver nuestros propios
conflictos por nosotros mismos tiene mayor sentido si decidimos apostar por ello desde temprana edad, haciendo nuestros los hábitos adquiridos desde la
infancia, y creciendo a la vez que ellos, siendo así posible ese avance social
que, desde ya, rompa con los tradicionales métodos de resolver los conflictos y
de paso a la alternativa: poder restablecer la comunicación y el diálogo entre
personas diferentes y enfrentadas, con el objetivo de alcanzar acuerdos justos,
equitativos, estables y duraderos. Y con la mediación escolar se abre un camino
más que nos puede llevar a lograrlo.
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