La mediación es un método de resolución alternativa
de conflictos, que se aplica en muy diferentes disciplinas profesionales (el
Comercio, el Derecho, la Psicología, el Trabajo Social, la Pedagogía Social,
etc.), en el que dos o más partes llegan a acuerdos consensuados facilitados
por una tercera parte (el mediador), que actúa bajo el principio de la
neutralidad. El mediador ayuda a las partes a lograr un rápido acuerdo usando
la creatividad y la cooperación.
En boca de Javier Alés, “la mediación es un proceso al que se recurre cuando las partes no han podido entenderse y ayudados por una persona neutral, llegan a un acuerdo mediante la autodeterminación”.
En boca de Javier Alés, “la mediación es un proceso al que se recurre cuando las partes no han podido entenderse y ayudados por una persona neutral, llegan a un acuerdo mediante la autodeterminación”.
No sólo las partes son las
implicadas en el proceso de mediación, pues cobra un papel fundamental el papel
del mediador con sus intervenciones, como facilitador y canalizador de la
comunicación entre las partes, permitiendo llegar al buen fin del proceso.
Podemos comprobar en cualquier
manual o en cualquier archivo que el proceso de mediación es un proceso
totalmente estructurado, en el cual se persiguen unos objetivos y el mediador ejerce
esa figura intermedia entre las partes, las cuales, por medio de la
comunicación y el entendimiento, gestionan sus diferencias y logran llegar a
acuerdos que se puedan considerar
estables y duraderos.
También se han realizado estudios
y sacado conclusiones sobre las tácticas, técnicas o habilidades que el
mediador puede utilizar durante el proceso para lograr que las partes
restablezcan entre sí la comunicación. Son conocidas las técnicas, tácticas o
habilidades, del uso frecuente de preguntas a las partes, el uso del silencio,
el embudo, la reformulación, el desinterés,… muy válidas todas para lograr
hacer ver a las partes su implicación con el conflicto, y haciéndolas tomar las
riendas del problema, buscando por si mismas las mejores soluciones de manera
consensuada. O tácticas o habilidades también podemos definirlas.
Así podemos concluir que el
proceso de mediación se puede definir como un método de resolución de
conflictos perfectamente diseñado para, siguiendo unas fases, lograr el
entendimiento de las partes por si mismas. Sin embargo, la grandeza de la
mediación va más allá: si bien decimos que el objetivo ha de ser que las
propias partes sean las que consigan gestionar el conflicto, y retomar las
relaciones que les unían antes de surgir las diferencias, igualmente el mediador podrá valerse por ello de la
libertad de actuación que considere oportuna, sin salirse del guión que marca
su figura, para lograr el objetivo de la mediación. Es por ello que toda
técnica, táctica o habilidad de la que pueda hacer uso puede ser intuitiva,
innovadora, desconocida para la mayoría (lluvia de ideas, el árbol
genealógico,…ya hablaremos de ellas llegado el momento), siempre que la misma
responda a los parámetros marcados. Lograr que sean las partes las que
solucionen sus diferencias es el objetivo, el como conseguirlo no debe regirse
a unas pautas o normas cerradas, pues en la mediación, cualquier detalle puede
variar el rumbo del proceso, y por ello se entiende la libertad de elegir
cualquier vía para poder conseguir que se llegue a buen puerto.
Sólo de esa forma entenderemos el
por qué hablamos de ese toque personal del que puede hacer uso cada mediador en
su ámbito de actuación, y que no tiene menos importancia qué cualquiera de los
métodos archiconocidos usados por cualquier mediador en su labor.
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