miércoles, 28 de noviembre de 2012

UN MUNDO DE CULTURAS


 Es frecuente, y cada vez más, que en un mismo espacio se de la convivencia de familias o grupos de personas pertenecientes a diversas etnias o culturas. El paso de los años y la evolución del ser humano como ser social ha dado pie a este fenómeno de concebir como algo frecuente la emigración y el arraigo de otras culturas dentro de un espacio socio-cultural.

Por situarnos, debemos conocer que la cultura hace referencia al “conjunto de valores, costumbres, creencias y prácticas que constituyen la forma de vida de un grupo específico”. A ello le unimos tres características básicas: la cultura es aprendida, es compartida, y está integrada.

De las relaciones en sí mismas que se dan entre dos o más culturas diferentes que comparten un espacio socio-cultural surge el concepto de interculturalidad, que viene a referirse no a la existencia de culturas diferentes a secas, sino al hecho de que exista interacción entre los sujetos sociales de esas culturas diferentes. Esta distinción es muy importante.

Ante esa realidad, unimos el hecho de que por normal general un colectivo mayoritario se erige en colectivo dominante en un determinado espacio, y varios colectivos minoritarios reclaman su derecho a la diferencia y a que la hegemonía cultural no acabe con sus particularidades. Ello afecta a las necesidades básicas de vivienda, salud, educación y empleo, así como a su capacidad de desenvolvimiento, de comprensión y manejo de los códigos de la cultura mayoritaria.

Por ello se hace necesario el fomento de la comunicación entre las personas pertenecientes a los diferentes grupos culturales, no quedando mas remedio que trabajar en ese contacto y esas relaciones. Se hace notable el desconocimiento  que tienen las personas sobre los colectivos culturales minoritarios: desconocen sus mecanismos de funcionamiento, sus “reglas de oro” en cuanto a comportamientos y relación.

A falta de respuesta profesional, ese papel lo ha venido asumiendo la figura del mediador natural para dar una respuesta espontánea a esta necesidad de interrelación. Su aportación se ha considerado como válida para remediar carencias de muchos servicios públicos a la hora de atender a personas de colectivos minoritarios. No obstante, la mediación natural plantea muchas limitaciones: la escasa o nula formación en mediación, la dificultad para mantenerse de forma imparcial o neutral ante un conflicto planteado, así como la confidencialidad…

Deducimos en ese caso que los conflictos no logran erradicarse con la intervención del mediador natural debido a esas limitaciones, surgiendo así el concepto de mediación intercultural, que definimos como aquel “recurso profesionalizado que pretende contribuir a una mejor comunicación, relación e integración entre personas o grupos presentes en un territorio, ya sean pertenecientes a una o a varias culturas”.

El nacimiento de la mediación intercultural, de carácter reciente, nos trae beneficios como son el arraigo de una cultura de gestión positiva de los conflictos, la promoción de la comprensión y el respeto de las diferencias culturales, así como una mayor cohesión social.

Y en un enclave social como el nuestro, tan dañado últimamente, soluciones así son las que verdaderamente se antojan imprescindibles y por las que hay que apostar para dirigirnos hacia una sociedad donde prime el respeto y la comprensión a las diferencias culturales que existen en los colectivos de personas que confluyen dentro de un mismo espacio social.

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